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Hemingway tenía una vida dura: cuenta en el libro que, para ahorrar dinero, se saltaba los almuerzos. "El hambre era una buena disciplina", enseña. Era una cuestión difícil de resolver en una ciudad que, hoy todavía, está cargada de olor a pan. Para evitar el dolor de panza, se metía en los jardines de Luxemburgo y luego en
"En una calle que el viento frío barría, era un lugar caldeado y alegre, con una gran estufa en invierno, mesas y estantes de libros, libros nuevos en los escapartes, y en las paredes fotos de escritores tanto muertos como vivos"
(...) "Cuando al fin alcanzaba el número 12 de la rue de l'Odeón, mi hambre estaba reprimida, pero mis sentidos se habían puesto de nuevo en receptividad exacerbada. Las fotos de la librería me parecían diferentes y me fijaba en libros ue siempre me habían pasado desaparecibidos".
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"Había chicas que aquel día habían trabajado de modelos, y había pintores que trabajaron hasta quedarse sin luz, y había escritores que bien o mal habían cumplido una jornada de trabajo, y había bebedores y personajes variados, y a unos los conocía mientras los demás eran mera decoración".
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Era el restaurante "Michaud", en la esquina de la Rue Jacob y Rue des Saints-Pères. Hoy, en esa intersección sólo hay dos bares, pero ninguno lleva ese nombre. Ingresé al que parecía más modesto (Le Caducée), y me cobraron €4,60 un "caffe crême" (café con leche). En España eso no puede salir más que €2,50. El mozo no parecía entender inglés, por lo desistí de cualquier intento de retrospección histórica y realicé una simple inspección en el baño. Advertí que probablemente no podría haber pasado ahí lo que relata Hemingway, aunque nunca se sabe:
Habla Scott:
-Zelma (su esposa) me dijo que con mi conformación nunca podré dejar satisfecha a ninguna mujer, y que por esto tuvo ella su primer trauma. Dijo que es una cuestión de tamaño. Me destrozó, y quiero saber la verdad.
-Vamos con los caballeros.
-¿Qué caballeros?
-El retrete, hombre.
Continúa Hemingway:
Volvimos a la sala del restaurante y nos sentamos otra vez a la mesa.
-No hay problema -dije-. Estás perfectamente conformado. No tienes ningún defecto. Tú te miras de arriba y te ves en escorzo. Da una vuelta por el Louvre y fíjate en las estatuas, y luego vete a casa y mírate de lado en el espejo.
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Es un lugar donde se habla inglés, hay muchos libros en ese idioma y ninguna sección en castellano.
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"Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará, vayas adonde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue" (De una carta de E. H. a un amigo, 1950)
Como siempre, muy interesante. Quedé atrapada en el relato, disfrutando, casi como si hubiera estado allá. Has despertado el deseo de conocer Paris.
ResponderEliminarEsa última frase me hizo acordar a este poema de Konstantinos Kavafis, I Polis.
ResponderEliminarDices:
«Iré a otra tierra, a otro mar,
otra ciudad mejor que ésta encontraré.
Todos mis esfuerzos son una condena y
casi muerto está mi corazón.
¿Hasta cuándo podré, aquí, languidecer?
Adonde vea, cualquier cosa que mire,
veo las negras ruinas de mi vida aquí
donde he gastado tantos años,
desperdiciados, destruídos totalmente»
No encontrarás otra tierra, otro mar.
La ciudad te perseguirá.
Caminarás las mismas calles, envejecerás en los mismos barrios,
en las mismas casas encanecerás.
Aquí terminarás, no esperes nada mejor.
No hay barco para ti, no hay camino.
Como has destruido aquí tu vida,
en esta angosta esquina de la tierra,
así la has destruido en todo el mundo.