Valencia en fallas


Como muchos pueblos de España, Valencia brilla más durante su fiesta anual: las fallas atraen también a cientos de miles de turistas que se pasean -sonrientes, borrachos, gritones o impresionados- a contemplar esas figuras de corcho blanco que se erigen en cada plaza de la tercera ciudad en población de las Españas.


Lo primero que hay que hacer es conseguirse un buen plano. "Más perdido que yo en Valencia", gritaba, con mucha razón, un borrachi n en una noche del último fin de semana. Es que el centro histórico es un intrincado laberinto de callecitas, callejuelas y callejones que, aunque todos con salida, desorientan al visitante neófito en la forma de las viejas ciudades europeas. Es más, el problema es que allí cada cuadra tiene su propio nombre, aunque por suerte de un lado está en valenciá y del otro en castellano. Una pequeña ayuda, aunque sea.


Más de 300 fa llesque se queman el 19 de marzo, en la noche de San José, se levantan en las plazas. En toda la comunidad valenciana son 772, a un costo total de 1 0 millones de euros. La ganadora este año costó casi 900 mil euros, Todo empezó hace muchos años con los residuos de las carpinterías; ahora las hacen vecinos, auspiciados por grandes empresas (cerveza Amstel, Mahou, y hasta Telefónica), que gastan miles de euros en hacer un motivo caricaturesco, casi de comic, que se entiende por sí mismo. Cada falla es como una pequeña historieta en la que se habla tanto de la iglesia y los condones como de la crisis hipotecaria, el follón del Partido Popular, la cultura de la internet o los 90 años que cumple el maltrecho Valencia FC. Al platense, le hace acordar mucho lo que pasa en su ciudad el 31 de diciembre.

Alrededor de las fallas se emplazan los carritos que venden buñuelos de calabaza y churros, y decenas de vendedores de latitas de cervezas callejeros, a 1 euro. Una cuadra antes, carteles luminosos anuncian el nombre de la falla, y orientan al turista un poco perdido en la ciudad.

Dos veces por día, estallan las Mascletá o los Castillos de Fuegos Artificiales (a la tarde y a la noche), un verdadero derroche de pirotecnia que demuestra que, pese a la crisis, en la Comunidad Valencia hay dinero. En realidad, todo el día Valencia es un estallido de petardos explotados por chicos, grandes y grandulones. También hay desfiles de falleros (lo hicieron unos 10 mil) con trajes típicos, bandas musicales y caballos y carruajes.


Pero si no se coincide con las fallas, Valencia no deja de ser una hermosa ciudad para visitar. De mentalidad pueblerina, la gente se acerca a ayudar a cualquiera que ande con un plano en la mano, responde las consultas con amabilidad y saluda al retirarse. Si hace calor se puede tomar fresco en el río, que precisamente no tiene agua ya que fue desviado, y que es una gran zanja pavimentada y parquizada donde se puede caminar, correr o andar en bicicleta, en una multisenda arbolada que rodea casi todo el centro de la ciudad.

A orillas del Mediterráneo, decenas de restorancitos ofrecen la paella a la Valenciana, aunque para probar la clásica Agua de Valencia (ginebra, champán, vodka, alguna otra cosa discutible y zumo de naranja) conviene ir a algunos estratégicos bares del barrio histórico. Se vende en vasos individuales y también en jarra de un litro (recomendable si son tres personas porque sale entre 16 y 20 euros). La ciudad se encarece bastante durante la fiesta de las fallas, por lo que para comer conviene salir del centro y encontrar algún bar de b arrio donde picar unas patatas bravas, calamares ó algún bocadillo.


Valencia demuestra que la arquitectura moderna también puede ser bella. Además de La Lonja de la Seda (siglo XV), la Catedral, el Mercado y las Torres de Serrans y Quart, impresiona con sus curvas y su atrevimiento la Ciudad de las Ciencias y las Artes (creación del arquitecto Santiago Calatrava). El complejo fue inaugurado en 1998 en un gran espacio libre cerca del mar, y todavía se sigue construyendo. En el Hemisferio se puede ver una película o, mejor dicho, meterse dentro de ella. El Oceanográfico, dicen, es el mayor acuario de Europa, con 42 millones de litros de agua y con belugas que, dicen, se te quedan mirando a través del vidrio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario