Firenze, una donna para enamorarse

Si Roma deslumbra por su grandeza, Firenze lo hace por su perfil, tan artístico, tan juvenil y tan... enamorable. Ella es como una hermanita menor, atractiva tanto por su belleza como por su genio.
 




Il duomo de Firenze, es la iglesia principal de la ciudad. Para entrar hay que pagar 8 euros y soportar un poco más de 400 scalini.Arriba, la puerta del Baptesterio, recubierta en papel oro.

"A monster eating people", dijo un yanqui despistao que miraba con la boca abierta los frescos del Juicio Final en el Duomo.

En Firenze, los Médici iniciaron el mecenazgo de Miguel Angel, que entre otras tantas cosas liberó de la piedra al David, oculto ahora (sobre todo si uno va el lunes) en la Galería de la Academia. Esta ciudad es la cuna del Renacimiento, y hay mucho por ver en pintura y escultura. En consecuencia, es imposible no advertir, por su grandeza, a Il Duomo, la catedral, erigida en el Renacimiento temprano aunque rodeada de algunos elementos góticos, como el Baptisterio con su puerta recubierta en papel de oro y el Campanario de Giotto. Al subir a la cúpula del Duomo, la cabeza queda con torticolis contemplando los frescos de Giorgio Vasari sobre el Juicio Final.

El Campanario de Giotto visto desde la cúpula del Duomo. En el centro, se advierte la altura a la que fueron pintados los frescos del Juicio Final. Una vista de la ciudad y de la tupida vegetación de la Toscana.


La ciudad, pequeñita, es hermosa para caminar y apacible para parar en cualquier cafetería para tomarse un capuccino. O un gelatto porque, recuerden, estamos en Italia. Después de atravesar el centro histórico -cargado de rinconcitos, también- se puede llegar al Ponte Vecchio, sede de decenas de joyerías, todas ellas centenarias. Es la muestra del poderío económico que supo tener Firenze, ciudad-estado que llegó a tener su propia moneda. En el centro del puente, los enamorados sellan su amor dejando un candado con sus nombres cerrado sobre una reja. Un poco más allá y subiendo una colina se llega a la Piazza de Michelángelo, desde donde se puede contemplar toda la ciudad y la magnificencia de algunas de sus joyas arquitéctonicas.



El Ponte Vecchio, visto desde la colina de la Piazza de Michelángelo.




Un par de novios japoneses posa para un novato fotógrafo. De fondo, Il Duomo destaca su grandeza en una ciudad de techos bajos.



Firenze es mucho más tranquila en cuanto al tránsito (tráfico) pero no deja por eso de ser italiana. Cargada de motoninos, la ciudad tiene su ritmo también caótico. A la derecha, una discusión entre un chófer y el conductor de un automóvil al que el bus "tocó" de atrás. Fue casi media hora de discusión y... no había ningún daño en los vehículos! Como te extraño, Argentina!

  

1 comentario:

  1. Como la Coca que refresca, como Gardel que canta... Pancho cada día fotografía mejor!
    Impresionante, che. Senza parole!
    De París, espero al menos cuatro entradas con 50 fotos cada una. No nos aflojes ahora, que desde acá estamos viajando con vos! :D

    ResponderEliminar