Guayaquil y Cuenca, el mar y la sierra de un mismo paisito

 Vista del cerro Santa Ana, desde el faro de Guayaquil

Comparar puede resultar molesto para quien es sometido a la contienda, pero valgan las disculpas para nuestros amigos por esas latitudes. Si Guayaquil es cálida, Cuenca es fresca; si en Guayaquil hay playas, en Cuenca hay sierras. Si la gente habla a los gritos en la primera, en la segunda son más acallados.

Hasta ahora, todas obviedades geográficas. Y lingüistícas. Para más: las dos ciudades son primera y tercera, en orden de importancia, en el ranking de las ciudades ecuatorianas. Crecen a expensas (y a espaldas) de Quito, la gran capital, aunque segunda en población.

Pasear por Guayaquil, en cualquier época del año, tiene que hacerse con una botella de agua en la mano. Y no para parecer gringo, si no porque realmente es necesaria: siempre es verano. Las vendedoras en la plaza Centenario, la que corta en dos a la Avenida 9 de Octubre, las ofrecen a 0,50 dólares. Y bien frescas.

Botella en mano, usted puede recorrer esta avenida restaurada hace algunos años, cuando todo era un montón de puestitos de vendedores ambulantes, según me cuenta un amigo. No se asuste con el tránsito alocado, así es Guayaquil. También puede detenerse en algunos de los bancos y sentarse a tomar un poco de sombra, necesaria después de las 11 de la mañana.


Pero no tiene que dejar, señor lector, de ir al Malecón. Para eso no hace falta desviarse mucho: sigue caminando por la 9 de Octubre y, allí cuando se encuentra con el momumento en el que Simón Bolívar y José de San Martín se dan la mano, ya llegó a esta hermosa explanada. El "Malecón 2000", otrora nido de rufianes, fue restaurado ese año por el estado de Guayas, gracias al aporte de un montón de gente que puso plata para hacer un sitio turístico. Es un ejemplo de que las cosas pueden mejorarse, para bien.

Y si quiere ver más cambios "para mejor", usted puede seguir caminando por el Malecón y terminar subiendo el cerro Santa Ana, hasta el faro de Guayaquil. Son casi 500 escalones -atención fumadores y cardíacos- pero hace bien ver cómo se regeneró -explicitamente, hay fotos que muestran el cambio- una zona empobrecida en un montón de bares y restorancitos en donde se puede disfrutar de buena música y una cerveza bien fría, contemplando el paisaje. Da gusto ver desde aquí a toda la Guayaquil, la Perla del Pacífico.  Al bajar, tiene que pasar por el barrio Las Peñas, y tomarse todo lo que encuentre.


 

Desde el cerro Santa Ana, se ve casi todo Guayaquil, la perla del Pacífico







Arriba: el viejo edificio del Banco Territorial en el viejo Malecón, dentro del Parque Histórico. También el Río Guayas, un remanso amarronado sobre el que se construyó Guayaquil




 Un desayuno "guayaco": bistec de carne, con tortilla y patacones. En el Parque Histórico de Guayaquil pueden verse papagayos y mapaches, entre otros bichitos.





Y Cuenca, sí, es otra cosa. Otro aire, otra gente. Otro clima, otras comidas. En Cuenca -de poco más de 400 mil habitantes- el argentino se siente como cuando va de Buenos Aires a Córdoba. Se respira más fresco y se cansa uno: está a 2500 metros a nivel del mar. Para llegar desde Guayaquil, apenas a 250 kilómetros, hay que atravesar la cordillera, subir hasta los 4000 metros y pasar por el encantador Parque Nacional de Las Cajas.


 La catedral de Cuenca, con aires medievales, es el templo más grande de Ecuador

La ciudad tiene un aire más señorial, más imponente, más religioso y hasta más ricachón, digamos. La gente, con acento más "aperuanado", si se permite la expresión. Casas de tejas españolas con techo a dos aguas, aunque nunca hay nieve. Señoras que llevan a sus hijos colgados a su espalda, como en la puna. Iglesias imponentes y callecitas estrechas, sembradas de tiendas de sombreros. "Es una artesanía for export", me cuenta un amigo periodista cuencano.

Y agrega: "Acá hay un fenómeno raro. El de los gringos jubilados que se vienen a vivir por aquí. Me dicen que se está gestando una asociación, porque ya son muchos".

El otro fenómeno raro lo aportan los propios ecuatorianos emigrados del país. Cuenca es la ciudad que más ha aportado al exilio económico del Ecuador, un país desmembrado por los que huyen a tierras más venturosas y tranquilas. Dicen que hay 300 mil cuencanos que están allí por Estados Unidos, España, Europa. ¿Y qué hacen desde el exterior?. "Están mandando plata para hacerse la casa de sus sueños, en las afueras de la ciudad. Pero la hacen al estilo norteamericano, con todo el lujo. Y son casas que hoy tienen cabras y vacas", se sorprende mi amigo.






Tres imágenes de Baños, uno de las localidades residenciales para alojarse en Cuenca. Se llama así por los baños termales. Arriba, el barrio La Escalinata, con su virgen.















 
El Parque Calderón, "plaza central" de Cuenca, con sus palacios señoriales y la vista a la iglesia de San Blas, por la calle Simón Bolivar.



El río Tomebamba atraviesa la ciudad un tanto caudaloso.

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