El París de Hemingway

Ochenta y siete años después, París permite todavía recorrer aquellos lugares por los que pasó Ernest Hemingway, en la década del '20, cuando vivió en la capital francesa en sus primeros tiempos de escritor, los mismos en que "París era una fiesta". El recorrido puede empezar en el Quarter Latin, por el 74 de la rue Cardinal Lemoine, aquel piso frío en donde el escritor vivió con su primera esposa Hadley y el pequeño Bumby, un bebé de pocos meses.

Encontramos una placa que recuerda que Hemingway residió allí entre enero de 1922 y agosto de 1923, y que cita el final de "París...", el libro póstumo del norteamericano: "Yo he hablado de París según era en los primeros tiempos, cuando éramos muy pobres y muy felices"

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Hemingway tenía una vida dura: cuenta en el libro que, para ahorrar dinero, se saltaba los almuerzos. "El hambre era una buena disciplina", enseña. Era una cuestión difícil de resolver en una ciudad que, hoy todavía, está cargada de olor a pan. Para evitar el dolor de panza, se metía en los jardines de Luxemburgo y luego en la librería de Sylvia Beach, de la que hoy sólo queda una placa que recuerda que allí se publicó el "Ulises" de James Joyce. La librería fue cerrada en 1941 por los nazis, después de que Beach se negara a venderle un libro a un oficial SS. Hoy, en el 12 de la rue de l'Odeón, hay un local de ropa con oferta de pantalones, y justo al lado la librería Guenegaud, en una calle con varios locales del mismo rubro (sector).





"En una calle que el viento frío barría, era un lugar caldeado y alegre, con una gran estufa en invierno, mesas y estantes de libros, libros nuevos en los escapartes, y en las paredes fotos de escritores tanto muertos como vivos"

(...) "Cuando al fin alcanzaba el número 12 de la rue de l'Odeón, mi hambre estaba reprimida, pero mis sentidos se habían puesto de nuevo en receptividad exacerbada. Las fotos de la librería me parecían diferentes y me fijaba en libros ue siempre me habían pasado desaparecibidos".

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Hemingway tenía en París varios lugares donde trabajar. El más común era la Closerie Des Liles, un bar del Boulevard du Montparnasse. Un buen día de los '20, el bar cambió de dueño, obligando a los mozos a quitarse el bigote. Hoy, es un lugar muy "cheto" ("pijo"), en donde hasta asusta ingresar: al mirar la carta, se advierte que el valor del plato más chico es de €9,50.




Otro sitio era Le Dome, en el mismo boulevard, que es hoy un restaurant "a todo trapo". Allí fue donde Hem se encontró con el pintor Pascin quien estaba junto a dos bellas modelos y le invitó a "tirarse" a una de ellas.





"Había chicas que aquel día habían trabajado de modelos, y había pintores que trabajaron hasta quedarse sin luz, y había escritores que bien o mal habían cumplido una jornada de trabajo, y había bebedores y personajes variados, y a unos los conocía mientras los demás eran mera decoración".

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Pero el lugar más enigmático es aquel en donde Scott Fitzgerald le preguntó por una situación más que íntima y que, en el libro del que hablamos Hemingway tituló "Una cuestión de tamaño".

Era el restaurante "Michaud", en la esquina de la Rue Jacob y Rue des Saints-Pères. Hoy, en esa intersección sólo hay dos bares, pero ninguno lleva ese nombre. Ingresé al que parecía más modesto (Le Caducée), y me cobraron €4,60 un "caffe crême" (café con leche). En España eso no puede salir más que €2,50. El mozo no parecía entender inglés, por lo desistí de cualquier intento de retrospección histórica y realicé una simple inspección en el baño. Advertí que probablemente no podría haber pasado ahí lo que relata Hemingway, aunque nunca se sabe:

Habla Scott:
-Zelma (su esposa) me dijo que con mi conformación nunca podré dejar satisfecha a ninguna mujer, y que por esto tuvo ella su primer trauma. Dijo que es una cuestión de tamaño. Me destrozó, y quiero saber la verdad.
-Vamos con los caballeros.
-¿Qué caballeros?
-El retrete, hombre.


Continúa Hemingway:
Volvimos a la sala del restaurante y nos sentamos otra vez a la mesa.

-No hay problema -dije-. Estás perfectamente conformado. No tienes ningún defecto. Tú te miras de arriba y te ves en escorzo. Da una vuelta por el Louvre y fíjate en las estatuas, y luego vete a casa y mírate de lado en el espejo.

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La librería de Sylvia Beach se llamaba "Shakespeare & Company", y como dijimos arriba, ya no existe más. En los '50 abrió su heredera, a pocos metros de la catedral de Notre Dame, en el 37 de la rue de Boucherie.

Es un lugar donde se habla inglés, hay muchos libros en ese idioma y ninguna sección en castellano. "I'm sorry", se disculpó una chica en la caja cuando le pregunté. Dentro, hay sillones y mesas como para sentarse a husmear los libros. Es un desfiladero de gringos (giris). También vendían camisetas de Obama.




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"Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará, vayas adonde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue" (De una carta de E. H. a un amigo, 1950)

2 comentarios:

  1. Como siempre, muy interesante. Quedé atrapada en el relato, disfrutando, casi como si hubiera estado allá. Has despertado el deseo de conocer Paris.

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  2. Esa última frase me hizo acordar a este poema de Konstantinos Kavafis, I Polis.

    Dices:
    «Iré a otra tierra, a otro mar,
    otra ciudad mejor que ésta encontraré.
    Todos mis esfuerzos son una condena y
    casi muerto está mi corazón.
    ¿Hasta cuándo podré, aquí, languidecer?
    Adonde vea, cualquier cosa que mire,
    veo las negras ruinas de mi vida aquí
    donde he gastado tantos años,
    desperdiciados, destruídos totalmente»

    No encontrarás otra tierra, otro mar.
    La ciudad te perseguirá.
    Caminarás las mismas calles, envejecerás en los mismos barrios,
    en las mismas casas encanecerás.

    Aquí terminarás, no esperes nada mejor.
    No hay barco para ti, no hay camino.
    Como has destruido aquí tu vida,
    en esta angosta esquina de la tierra,
    así la has destruido en todo el mundo.

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