La mejor visita a la Eiffel, durante el atardecer



Conocer París lleva implícito pasar por los íconos de esta ciudad, mundialmente conocida gracias a ellos. Pese a que uno se resista al turismo convencional, a veces no queda otra. "A París tenés que ir", me dijo una argentina que conocí en Dublin. Tenía razón.

Esta mole de 330 metros de hierro remachado, cuyo inventor pensó alguna vez en desmontar y llevar para otro lado, dice ser el monumento más visitado del planeta: 7 millones de turistas al año. También dicen por allí que genera el 5% del PBI de París.

No hay mucho que decir de un lugar harto conocido. Hay dos guardias de tres militares custodiando, ir al baño es una aventura insoportable sobretodo si los están limpiando, y conviene, antes que nada, calcular bien el tiempo.

Como muestran las fotos, subimos de tarde y bajamos a la noche: cierra a eso de las 0.30, y arriba hay una cafetería con precios lógicos para calentarse con algo. Igualmente, hay que tener en cuenta que es París, y es caro. Se puede subir en ascensor, haciendo una fila más larga, o caminando, aunque al tercer nivel sólo se accede por elevador. Al terminar de subir, a uno le queda la sensación de "hasta aquí llegué". Es decir, no es que quiera morirse, sino un "guau, he llegado hasta aquí".





El atardecer desde el segundo nivel de la Torre. A la izquierda, el "Gran Palacio".










La vista del Sena desde la Torre, antes y después de que anochezca.







Los jardines del Trocadero, frente a la Torre. Y el Campo de Marte, detrás, con la torre de Montparnasse de fondo, calificada como "el edificio mas feo de París".










Después de las 22, a cada hora, la torre se llena de luces intermitentes en un mini-espectáculo de 10 minutos.










Vista del Sena, con la cúpula de "Los Inválidos", el palacio nacional que aloja los restos del Napoleón, y la Torre Eiffel lanzando

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